lunes, 4 de noviembre de 2013

Globalización, Ciencia y Tecnología

 
 
En un mundo dividido, ya no sólo entre quienes tienen y no tienen, sino
entre los que saben y los que no saben y quienes están conectados o desconec-
tados de la red, el conocimiento ha pasado a convertirse en la materia prima
fundamental de los procesos productivos contemporáneos.
La nueva brecha tecnológica es la que divide las economías según su
capacidad para la generación, asimilación y difusión del conocimiento; estas po-
sibilidades tienen que ver con el tipo de cada sociedad, sus posibilidades de es-
pecialización para la competencia internacional y el nivel de flexibilidad de sus
ordenamientos normativos.
No siendo la tecnología un bien de libre adquisición, la mayor o menor
competitividad se da, según las especificidades de cada economía, en relación
con una media de las demás economías. En la época proteccionista, el desarrollo
tecnológico se relacionaba con la capacidad de cada país para incorporar innova-
ciones a través de la compra de bienes de capital extranjeros y para generar
nuevos productos y procesos sustitutivos.
En la fase de la globalización, el progreso tecnológico tiene que ver con
la capacidad de producir la tecnología apropiada, dentro de un esquema de pro-
ducción competitiva internacionalmente. La tecnología es la materia prima de los
procesos de especialización, que caracterizan la nueva composición productiva
de un mundo cuyo paradigma de crecimiento es, precisamente, el conocimiento.

En el marco de una mayor competencia global, resulta igualmente rele-
vante el papel que asignemos a nuestra posición en relación con las negociacio-
nes que en la actualidad se llevan a cabo para definir las normas sobre la deno-
minada propiedad intelectual. El legítimo interés de los países industrializados
por conseguir un reconocimiento absoluto, excluyente y retroactivo sobre sus in-
novaciones no puede llegar hasta el extremo de crear una especie de apartheid
tecnológico que aísle del progreso científico a los países en desarrollo, reducién-
dolos a pagar de por vida el costo de los progresos técnicos incorporados en
bienes o servicios de los cuales somos, generalmente, los mayores compradores.
Esta posición debe acompañarse con la definición de unas políticas
regionales en materia tecnológica que nos permitan hacer el tránsito de la anti-
gua estrategia de explotación de la renta finita que producen nuestros recursos
naturales no renovables a un concepto de renta dinámica y renovable, producto
de la incorporación del progreso técnico a la actividad productiva de determina-
dos bienes y servicios.
Estas políticas deben tener en consideración nuestras claras ventajas
comparativas en ciertas áreas de investigación, como la biotecnología dirigida al
aprovechamiento de la biodiversidad existente, especialmente en la amazonia
latinoamericana.
«La tecnología —afirma la ley de Krantzberg— no es buena ni mala ni
tampoco es neutral». Trazar los lineamientos de una política tecnológica latinoa-
mericana supone una decisión política. El mejoramiento de las posibilidades pro-
ductivas no puede predicarse respecto a las empresas individualmente conside-
radas, porque tiene un referente obligado en el modelo de desarrollo económico,
en la sociedad y en la propia cultura, que la condicionan, la limitan y a la vez la
definen.

El elemento que diferencia este documento de otros que se han escrito
en el campo de la educación, la ciencia y la tecnología es el análisis que plantea
de la interacción entre tres aspectos fundamentales de las políticas de desarrollo
en este campo: el
fomento a la innovación
como instrumento básico para incre-
mentar la
competitividad
en el mundo globalizado del siglo XXI, y de esta forma
mejorar la capacidad de
generar empleo
. El análisis de las políticas nacionales y
regionales que pueden incidir en la interacción entre estos tres factores es un
enfoque nuevo que puede contribuir a desarrollar una mayor capacidad para res-
ponder con éxito a los desafíos que los países de la región confrontan en este
campo.
El inicio del siglo XXI se caracteriza por tres tendencias dinámicas y
complejas que están transformando profundamente el entorno en el que opera-
mos: el desarrollo de la sociedad del conocimiento, la importancia del territorio
en un mundo globalizado y el progreso científico y tecnológico que se está dando
en diversas áreas de la ciencia, procesos que están generando nuevas oportuni-
dades, pero también claros desafíos. Estos procesos se expresan de diversa for-
ma y su impacto afecta los distintos sectores de la sociedad. Pero, entre sus
múltiples implicaciones, hay cinco factores o procesos que vale la pena resaltar:
El conocimiento y el uso del conocimiento se convierten en factorde producción y en elemento esencial de la competitividad, ya sea de empresas o de regiones.La educación
aparece como el proceso más crítico, ya que, a través de ésta, el individuo y las organizaciones aprenden a aprender y, por
lo tanto, a generar y usar conocimiento.
Pero para que el conocimiento sea útil a una persona, a una organi-
zación, a una comunidad o a una región se requiere desarrollar pro-
cesos de
apropiación social
del conocimiento, a través de los cua-
les el conocimiento se interioriza y se convierte en capacidad de ac-
ción para lograr los objetivos que se persiguen (algunos lo llaman
empoderamiento del individuo, de la organización o de la comuni-
dad a través del conocimiento; el capital social es una de las expre-
siones más importantes de este empoderamiento).
Lo anterior se logra básicamente a través de
procesos de aprendi-
zaje interactivos
que se dan entre personas, entre organizaciones,
y entre éstas y su entorno (físico y social), a través de los cuales se
generan innovaciones o soluciones innovadoras, ya sean de orden
tecnológico o social.